"Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos."

"Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos."

La violencia es el miedo a los ideales de los demás. La humanidad no puede librarse de la violencia por medio de más violencia. No me gusta la palabra tolerancia pero no encuentro otra mejor. Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena. La verdad jamás daña a una causa justa. Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en èl. Un país, un civilización se puede juzgar por la forma en que trata a los animales. Los medios impuros desembocan en fines impuros. La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Que otro libro se puede estudiar mejor que la Humanidad?

Todo lo que se come sin necesidad se roba al estomago de los pobres. Los grilletes de oro son muchos peor que los de hierro. El que retiene algo que no necesita es igual al ladrón. Casi todo lo que realicé es una insignificancia, pero es muy importante que lo hiciera. Para una persona no violenta, todo el mundo es su familia. El capital no es un mal en sí mismo, el mal radica en el mal uso del mismo. Gandhi


martes, 23 de febrero de 2010

Muhammad Yunus, educación terciaria orientada a la acción.


En agosto del 2009, el presidente Barack Obama entregó la Medalla de Libertad a 16 distinguidos “agentes del cambio” estadounidenses e internacionales. Entre los líderes que recibieron el honor civil más alto de Estados Unidos estuvo el profesor Muhammad Yunus, fundador del Banco Grameen en Bangladesh, el cual otorga pequeños créditos para autoempleo a la gente más carenciada de su país. Laureado con el Premio Nobel de la Paz, en estos días está lanzando el Centro Yunus, en el Instituto Asiático de Tecnología de Bangkok, que promueve diversos programas de desarrollo. Una forma de crear educación terciaria orientada a la acción.
Obama explicó que los homenajeados son “agentes de cambio” extraordinarios que “nos recuerdan que la excelencia no está fuera del alcance de nuestras capacidades. Nos recuerdan que cada uno de nosotros lleva dentro el poder de realizar sueños, de facilitar los sueños de otros, y de rehacer el mundo para nuestros niños”. Así, el acto fue un tributo a personajes de la historia moderna que, a través de sus talentos o activismo político y humanitario, han dejado una marca indeleble en las ciencias, el mundo académico, los deportes, los derechos civiles y el entretenimiento.
Uno de los honrados vinculó a Obama tanto con su pasado como con el futuro que tanto busca crear. Es que entre los 16 líderes que recibieron el honor civil más alto de Estados Unidos estuvo el profesor Muhammad Yunus, fundador del Banco Grameen (de la palabra gram, que significa aldea) en Bangladesh en 1983, institución que ofrece pequeños préstamos a los campesinos sin exigirles garantía. El mandatario estadounidense señaló que gracias a Yunus, “millones de personas” han escapado de la pobreza mediante el microcrédito: “El sólo intentaba ayudar a un pueblo, pero de alguna manera se las ingenió para cambiar el mundo”, observó Obama. Cuando éste estrechó la mano del microbanquero bangladesí durante la ceremonia, Obama se conectó con su propio pasado y el trabajo en microfinanzas que hizo su madre en Indonesia.

El economista y empresario, quien agitó varias conferencias mundiales al defender el microcrédito como un derecho fundamental de los pobres para iniciar pequeños proyectos, ahora creó una educación terciaria orientada a la acción. “La educación debe integrarse a la vida, con verdaderas acciones y experiencias”, señaló quien fuera conocido como el “banquero de los pobres”. Por su esfuerzo en la promoción del desarrollo económico y social, Yunus fue laureado con el Premio Nobel de la Paz en 2006.


El economista de 69 años erigió el Centro Yunus, en el Instituto Asiático de Tecnología (AIT, por sus siglas en inglés) de Bangkok, que promueve diversos programas de desarrollo. Yunus tiene un vínculo de larga data con AIT, convencido de su misión como universidad regional a favor del desarrollo sustentable. El AIT aportará el grueso del presupuesto del Centro, con el que colaborarán otras organizaciones como la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional.


La nueva institución, que abrirá a fines de este año, se propone contribuir a acabar con la pobreza rural impulsando a los campesinos a
“manejar sus propios ingresos mediante proyectos agrarios gestionados por ellos mismos. Queremos atraer estudiantes interesados en marcar un cambio en sus sociedades mediante programas innovadores”.


ALMA MAGAZINE: Acaba de lanzar un centro educativo que se propone contribuir a terminar con la pobreza. No es el primero con esas características, ¿cuál es su especificidad?
MUHAMMAD YUNUS: No sólo será un centro de investigación, sino de acción. No nos dedicaremos a producir documentos, queremos que los estudiantes se involucren y diseñen sus propios programas para ayudar a las comunidades locales. Podrán demorar uno o dos años, o un poco más, en terminar sus proyectos. Pero ése será el requisito para graduarse.


AM: ¿Tiene en mente un nuevo sistema educativo?
M.Y.: Sí. El aprendizaje se logrará mediante cuestionamientos a lo hecho y analizando lo que resta por hacer. Los profesores serán espectadores. Los estudiantes tendrán la iniciativa, deberán compartir sus planes con ellos y explicarles cómo piensan llevarlos a cabo. El objetivo del personal docente no será criticarlos, sino tratar de saber más.


AM: ¿Qué lo motivó a emprender este camino?
M.Y.: Siempre tuve en mente ese modelo educativo. Los jóvenes no tienen que estar en un salón de clases. Tienen una gran capacidad para realizar cambios y una tremenda energía. Deben salir y lidiar con los problemas reales y tratar de resolverlos.


AM: ¿Puede ser que forme parte de su propio recorrido de trabajo con los más pobres? Aunque usted estudió economía, obtuvo un doctorado y dio clases en una universidad convencional.
M.Y.: Así comenzó mi trabajo con el Banco Grameen. Es verdad, fue lo que hice al salir de la universidad y creé esa institución trabajando con comunidades campesinas. Por eso digo que basta de escribir tesis. Hay mucha gente haciendo eso. Pero ahora se necesita gente que salga al terreno e identifique los problemas reales de las comunidades pobres, ya sean asuntos ambientales, de pobreza, agricultura, salud o vivienda, y trate de resolverlos.


AM: ¿Quiere decir que las universidades y el ámbito académico tradicional no han logrado resolver ciertas cuestiones que a usted le preocupan, como la agricultura o la seguridad alimentaria?
M.Y.: Hay muchos vacíos. Los profesores no tienen conocimientos prácticos. Viven en torres de marfil. Hay que integrar la vida a la educación porque cambia constantemente y los planes de estudio se quedan rezagados. Deberían ir a la vanguardia y no difundir conocimiento viejo. La educación implica difundir conocimiento del futuro para que la gente pueda aplicarlo en la realidad.


AM: Durante años usted ha estado predicando una manera más socialmente consciente de hacer negocios y ha denunciado la concentración estrecha en la maximización de las ganancias como dañina. Ahora todo el sistema financiero tambaleó…
M.Y.: El giro actual de los acontecimientos me pone triste. El colapso ha afectado a tanta gente y de pronto ha vuelto inestable al mundo entero. Ahora deberíamos concentrarnos en asegurar que nunca vuelva a darse una crisis financiera de este tipo. Las soluciones deben surgir de los mercados y no de los gobiernos. El capitalismo, con sus mecanismos de mercado, tiene que sobrevivir. No hay duda de ello. Lo que rechazo es que hoy haya un solo incentivo para hacer negocios que es la maximización de ganancias. Pero el incentivo de hacer el bien social debe incluirse. Tiene que haber muchas más compañías cuyo objetivo primordial no sea obtener las mayores ganancias posibles, sino el de proveer el mayor beneficio posible para la humanidad.


AM: ¿Y cree que esos dos incentivos son mutuamente excluyentes? El banco que fundó, el Banco Grameen, ayuda a la gente y obtiene buenas ganancias.
M.Y.: Es una compañía que se centra en el bien social y que obtiene ganancias, pero no busca centralmente maximizar sus ganancias. No me interesa convertir compañías completamente orientadas a la ganancia en operaciones socialmente conscientes. Son dos categorías diferentes de compañías, siempre habrá empresas cuyo objetivo primordial sea ganar todo el dinero que consigan. Eso está bien. Pero ganar todo el dinero posible sólo puede ser un medio para un fin, no un fin en sí mismo. Hay que invertir dinero en algo significativo, e insisto en que tiene que ser algo que mejore la calidad de vida de toda la gente. Si hubiera más compañías concentradas en lo social, la gente tendría más oportunidades para definir sus propias vidas. Los mercados serían más equilibrados.


AM: En el Banco Grameen, que ofrece microcréditos, la tasa de repago es cercana al 100%. ¿Piensa que su banco podría ser un modelo para todo el mundo financiero?
M.Y.: La diferencia fundamental es que nuestro negocio está muy conectado con la economía real. Cuando damos un crédito de 200 dólares, ese dinero irá a la compra de una vaca en alguna parte. Si prestamos 100 dólares, la gente quizá compre unas gallinas. Dicho de otro modo, el dinero va a algo con valor concreto. Las finanzas y la economía real tienen que estar conectadas. En Estados Unidos el sistema financiero se ha separado completamente de la economía real. Se hicieron castillos en el aire y de pronto la gente advirtió que esos castillos no existen en absoluto. Fue en ese punto donde colapsó el sistema financiero. Hace un tiempo comenzamos un programa en Nueva York. La ciudad de Nueva York no es como Bangladesh pero el problema era el mismo: gente sin acceso a financiación bancaria. El Banco Grameen no es para pobres o ricos sino para las personas a las que los bancos tradicionales rechazan. La gran mayoría de los beneficiados son mujeres y la tasa de devolución es de un 99,5%, con un préstamo medio de 2.200 dólares.


AM: Uno de sus ejemplos de negocio social es la fábrica de yogur al costo que Danone instaló en Bangladesh sin esperar beneficios a cambio, ¿no están este tipo de empresas restringidas a un crecimiento máximo que no compita con el negocio principal de su matriz?
M.Y.: Si Danone no quiere seguir haciéndola, que la haga otro. Danone no es la única empresa del mundo, y también están los particulares. Cuando veo algo que no me gusta, puedo criticarlo y enseñar cómo se podría hacer de otro modo. La creatividad de los particulares tiene que crecer. Hoy los jóvenes no piensan así porque la teoría que aprenden en la escuela no estimula este tipo de ideas. Lo único que piensan es que cuando terminen la escuela tienen que encontrar un trabajo.


AM: ¿Qué papel cumplirá internet en esta nueva empresa social?

M.Y.: Uno muy importante. Es una tecnología muy potente que puede ayudar a cambiar el mundo rápidamente, ayudando a la gente de formas mucho más eficientes. Hay una tecnología muy potente esperando ahí y todavía no la estamos usando. Hace falta creatividad para los negocios sociales en Internet pero todo el mundo está muy ocupado haciendo dinero en la red. Pero cuando nos quitemos nuestros anteojos de maximizar beneficios y nos pongamos los de la empresa social, el mundo va a tener un aspecto muy diferente de repente.


AM: ¿Qué opina del aporte científico que significó la Revolución Verde, que según los investigadores resolvió el hambre en ciertas regiones?

M.Y.: El mejor cambio tecnológico para la agricultura ocurrió en los años 60 gracias a la Revolución Verde. Hubo un aumento repentino de la producción agrícola, en especial del arroz. Pero la situación parece haberse estancado. Desde entonces, no se registraron grandes avances. El mundo cambió, pero la agricultura no le siguió el ritmo. El suministro de alimentos aumenta despacio, mientras el mercado se expande.


AM: ¿Por qué el conocimiento científico relacionado con la agricultura no siguió el ritmo de los cambios sociales?
M.Y.: Porque hay áreas que resultan más interesantes para la ciencia y donde hay más dinero, como las tecnologías de la comunicación y los teléfonos móviles. Tienen un mercado muy grande y atraen a millones de personas que quieren tener celulares. Las grandes inversiones fueron en esa dirección y no hacia la agricultura. Por lo que tiene que ser un emprendimiento social. Esa es la idea que quiero impulsar con el nuevo centro. Se trata de lograr un impacto social, no de hacer dinero.


AM: Pero va contra la tendencia de los jóvenes que emigran a las ciudades en busca de mejores oportunidades. ¿Cómo logrará que la vida rural les resulte atractiva?
M.Y.: De la forma en que funciona la economía hoy, todo el mundo trata de saber dónde está el dinero. Quizá no vayan a una aldea porque allí no está. Pero cuando tratas de salirte del paradigma que dice que la vida tiene que ser así y te dices: “puedo ser feliz tratando de resolver los problemas de la gente”, las cosas se ven de otro modo. Te concentras en el impacto social, en un compromiso o una dedicación. Es algo que les saldrá del corazón y por lo que van a cobrar.


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