"Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos."

"Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos."

La violencia es el miedo a los ideales de los demás. La humanidad no puede librarse de la violencia por medio de más violencia. No me gusta la palabra tolerancia pero no encuentro otra mejor. Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena. La verdad jamás daña a una causa justa. Un error no se convierte en verdad por el hecho de que todo el mundo crea en èl. Un país, un civilización se puede juzgar por la forma en que trata a los animales. Los medios impuros desembocan en fines impuros. La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo. ¿Que otro libro se puede estudiar mejor que la Humanidad?

Todo lo que se come sin necesidad se roba al estomago de los pobres. Los grilletes de oro son muchos peor que los de hierro. El que retiene algo que no necesita es igual al ladrón. Casi todo lo que realicé es una insignificancia, pero es muy importante que lo hiciera. Para una persona no violenta, todo el mundo es su familia. El capital no es un mal en sí mismo, el mal radica en el mal uso del mismo. Gandhi


Verdad Histórica


DESDE LAS CENIZAS

Por James R. Whelan, autor de seis libros sobre América Latina, incluyendo una historia del Chile contemporáneo ("Desde las Cenizas", Zig Zag, 1993).

The Wall Street Journal, 30 de octubre, 1998

El general chileno Augusto Pinochet, (ahora bajo arresto en Londres), no buscó el poder ni lo ejerció del modo que nosotros asociamos normalmente con aquél de los dictadores.   Al final, entregó voluntariamente el control del gobierno de Chile y condujo una firme restauración del poder civil.

Para calificar sus acciones, se debe entender las circunstancias del intento marxista de conquistar el control de Chile en los años 70. Salvador Allende alcanzó la presidencia de Chile en 1970 con sólo el 36% de los votos, apenas 40.000 votos más que el candidato de la derecha. Durante los mil días de la conducción de Allende, Chile degeneró hacia lo que el ex presidente de Chile Eduardo Frei Montalva [(padre del actual presidente)] llamó un "carnaval de locura".  Once meses antes de la caída del presidente Allende, el señor Frei dijo:  "Chile está al borde del desastre económico: no de una crisis, sino de una verdadera catástrofe...".
Poco después de formuladas estas declaraciones, el marco legal que sostenía al gobierno de Allende empezó a desmoronarse.  La Corte Suprema de Chile, el Colegio de Abogados y el izquierdista Colegio Médico, en conjunto con la Cámara de Diputados y los líderes provinciales del partido Demócrata Cristiano, advirtieron todos ellos que el gobierno de Allende estaba sistemáticamente violando la Constitución y la ley.

Hacia agosto de 1973, más de un millón de chilenos --la mitad de la fuerza de trabajo--  estaban en huelga, exigiendo la renuncia de Allende.  El transporte y la industria se encontraban paralizados. El 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas intervinieron para derrocar a Allende, iniciando el combate contra sus hombres armados. Seis horas después que la batalla había comenzado, Allende se disparó un tiro en la cabeza en el palacio presidencial con una AK 47 que le había regalado Fidel Castro.

Una vez completado el golpe, los generales se habían convertido en héroes para al menos dos tercios de la población chilena.
Pero los generales fueron objeto de un fuerte ataque propagandístico desde el exterior.  La mayor parte de las diatribas venían de Moscú. Pero también vinieron de la entonces poderosa izquierda de Europa Occidental.  Parte de la furia se originó en una mala comprensión por parte de los socialistas europeos acerca de qué significaba el "socialismo" chileno.  En Chile, el partido Socialista era el partido de la violencia al estilo maoísta.  Después del golpe, el señor Frei habló de nuevo.  En una sentida carta dirigida al presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana, el ex Primer Ministro italiano Mariano Rumor, el ex presidente de Chile escribió:  "Los militares salvaron a Chile...la guerra civil fue completamente planeada por los marxistas...la economía de Chile iba derecho al desastre...este país está destrozado".

Estos sentimientos eran compartidos por los otros dos ex presidentes entonces vivos.   Uno de ellos, Gabriel González Videla, dijo que "no tenáa palabras para agradecer a las Fuerzas Armadas por habernos liberado de la garra marxista".   Mirando hacia el futuro, señaló que esperaba "lo mejor, porque ellos nos han salvado y nos permitirán vivir en democracia... el aparato totalitario que había sido preparado para destruirnos, ha sido destruido..."

Sin embargo, estos juicios --expresados por chilenos-- no librarían a los militares de la rabia de las elites políticas de izquierda de todo el mundo.

Para contrarrestar la aún existente, bien armada y financiada guerrilla así como fuerzas terroristas urbanas, en 1974 el gobierno creó una agencia militar de inteligencia la cual --antes que el señor Pinochet la disolviera en 1978-- se convertiría en la responsable de la mayor parte de los abusos de derechos humanos.  Lo que rara vez se dice es que la mayoría de las víctimas eran terroristas.
Antes que en 1989 Fidel Castro lo condenara a 30 años en prisión, el general cubano Patricio de la Guardia se jactó durante el "juicio" sobre su servicio en Chile durante los años de Allende.  Dijo que había liderado parte de una brigada internacional paramilitar, la que el gobierno chileno estimó en 15.000 hombres.

En junio de 1974, el Partido Comunista de Chile reiteró su doctrina que el derecho a ejercer la violencia era "no negociable". Pero el discurso sobre violencia se acalló por un tiempo mientras el Partido intentaba conseguir aliados políticos.  Sin embargo, en 1976, en una emisión de radio Moscú, el ideólogo del Partido Volodia Teitelboim se refirió a la necesidad de "repensar el problema militar", y añadió que los comunistas no serían "Gullivers atados de pies y manos por la legalidad".

En abril de 1977, en Londres, un grupo de ex militares chilenos dados de baja del Ejército anunciaron la formación de un "Frente de las Fuerzas Armadas Democráticas en Exilio".  Un segundo grupo similar se formó el mismo día en Bruselas y, muy poco después, un tercer grupo en la comunista Berlín del Este.  El 6 de abril, el portavoz (chileno) Jaime Estévez dijo en Radio Moscú que el propósito de estos grupos apoyados por la Unión Soviética era dirigir la batalla "por el derrocamiento de la junta fascista".  En Agosto de ese año, el Comité Central del Partido Comunista chileno se constituyó a sí mismo en "el Comando General de la Revolución".

En 1979, un mes después que los Sandinistas se tomaron violentamente el poder en Nicaragua, el Secretario General del Partido Comunista chileno, Luis Corvalán, dijo que Chile "se convertiría en una segunda Nicaragua".  Un mes después, Corvalán advirtió que "si el fascismo no es erradicado... el terrorismo encontrará en Chile un campo abierto para desarrollarse".  Un año más tarde, desde su refugio en Moscú, proclamó una nueva era de "aguda violencia".  Corvalán apoyó la guerrilla, el terrorismo y el levantamiento armado masivo.

Hacia 1986, la actividad política cada vez más abierta en el marco de la ley cobraba vitalidad en preparación para lo que serían las elecciones libres en 1988.  Al comienzo de aquel año, los militares encontraron inesperada y sorpresivamente parte de uno de los más grandes cargamentos de armas en la historia del hemisferio.   Suficiente para armar 5.000 hombres.  Se descubrió que el cargamento se había originado en Cuba. Ese mismo año, un complot cuidadosamente planificado y que involucró a cerca de 70 terroristas, casi logró su objetivo de asesinar al General Pinochet;  cinco de sus escoltas fueron muertos.  Inmediatamente después de cada uno de estos incidentes, el gobierno desplegó su fuerza sobre los grupos terroristas.

Inevitablemente, gente inocente fue afectada. El terrorismo subterráneo respondió con atentados cada vez más violentos y una campaña de asesinatos de policías.  Entre muchos ejemplos:  en abril de 1988 tres jóvenes asesinaron al carabinero Alfredo Rivera Rojas, 35, padre de dos hijos, mientras llevaba las compras a su casa en Santiago.

Hubo víctimas inocentes en ambos bandos de esta guerra civil. Pero el hecho concreto es que muchos menos murieron en Chile, cuando se compara con la mayoría de los conflictos en América Latina en este siglo.  La Comisión Rettig --constituida por el primer gobierno, después de aquel de los militares, para investigar abusos de derechos humanos y presidida por un ex ministro de Allende-- contabilizó 2.279 muertos y desaparecidos en ambos bandos.  Los tres primeros meses de combate cobraron 1.261 víctimas.

Lo que los militares chilenos --sin discusión, los más profesionales y disciplinados de toda América Latina-- dejaron como legado fue una nación incomparablemente mejor que el desastre que habían heredado.
Pero los opositores al General Pinochet nunca han olvidado su derrota.



(www.economiaysociedad.com)

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