El PPD era la casa que acogía a todos aquellos ex socialistas, ex comunistas, ex izquierda cristiana y ex mapucistas, que querían un partido moderno, sin ideología, ojalá sin disciplina partidaria, que superara las verdaderas religiones totalitarias que eran- y son aún- los dos grandes partidos- Democracia Cristiana y Partido Socialista- se podía ser, a la vez, liberal y progresista, ecologista y socialista, militante de Expansiva y admirador del libre mercado y, al mismo tiempo, partidario de la intervención del Estado en la economía. A diferencia de los radicales, los socialistas y los democratacristianos, el Partido por la Democracia fue el único que nació en los albores del triunfo en el plebiscito de 1988. Según la siutiquería de Eugenio Tironi, este partido daba cuenta del clivage entre el autoritarismo y la democracia, pero como esta contradicción desapareció – según el comentarista de marras- ¿qué sentido tiene su existencia?
Personalmente y muchos de mis amigos, en alguna etapa política hemos militado en el PPD; posiblemente, en esos tiempos nos entusiasmó la idea de construir un referente político moderno, capaz de superar los dogmatismos de la socialdemocracia y el socialcristianismo. Reconozco que por lo que a mí respecta, me equivoqué rotundamente. El PPD fue receptáculo de muchos abusos, entre ellos reparto de pitutos y parcelas de poder que caracterizaron a los partidos políticos de la fenecida Concertación de Partidos por la Democracia.
“Sin tetas” no hay PPD, menos Concertación, que ha vivido, permanentemente, de la “teta del gobierno” y, al perderla, está demostrando que es incapaz de renovarse, reconstruir lealtades, volver a acercarse a la sociedad civil; las manifestaciones contra sus dirigentes, el Primero de Mayo último, fue una demostración palmaria de cuán lejos están estos políticos del chileno de a pie. Los partidos actuales, entre ellos el PPD, no son más que un conjunto de mafias, cuyo único objetivo es apropiarse del poder, a fin de tener una existencia parasitaria, que no podría subsistir sin la propiedad del aparato del gobierno.
La elección de directiva del PPD no significa ninguna renovación: es el mismo personal político, años más o años menos, que ha protagonizado la historia del partido desde su fundación. Carolina Tohá y Lagos Weber no son unos recién aparecidos en la política: tienen un largo historial personal y familiar, y su verdadero mentor es el primer docente de la república, poseedor de un inmenso ego. Es cierto que el discurso de Carolina Tohá está adornado de una especie de autocrítica, cuya timidez nos hace pensar algo así como “todo tiene que cambiar para que todo siga igual”. Pepe Auth tampoco es nuevo en el PPD; la acción más meritoria y valiente que recuerdo es haber realizado una alianza con el Partido Radical y presentado una lista diferente a la alianza socialista-democratacristiana en las últimas elecciones municipales; otro acto heroico de este personaje es haber renunciado a la presidencia del PPD cuando el candidato Marco Enríquez-Ominami exigía que los cuatro jerarcas de la Concertación lo hicieran. En el fondo, sus compañeros de combinación se apernaron en sus puestos hundiendo aún más la candidatura de Eduardo Frei.
De lo único que estoy seguro es que “el hijo tonto” de Ricardo Lagos Escobar, el PPD, es incapaz de renovarse a sí mismo, y una elección en la que apenas votan 16 mil militantes, sólo será un rito más en un partido que va, hace mucho tiempo, por el despeñadero.
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