UN 30 DE MAYO DEL AÑO 1778
La investigación de documentos antiguos siempre depara sorpresas. La última me ha salido al paso mientras hojeaba el tomo Xll de una vieja revista francesa, Correspondance Littérairer, Philosophique et Critique (1753-1793), monumento inapreciable y riquísimo para conocer el siglo de las luces y los comienzos de la gran Revolución.
Todos sabemos quién fue Voltaire: el peor enemigo que tuvo el cristianismo en aquel siglo XVIII, en el que tantos tuvo y tan crueles. Con los años crecía su odio al cristianismo y a la Iglesia. Era en él una obsesión. Cada noche creía haber aplastado a la infame y cada mañana sentía la necesidad de volver a empezar: el Evangelio sólo había traído desgracias a la Tierra.
Manejó como nadie la ironía y el sarcasmo en sus innumerables escritos, llegando hasta lo innoble y degradante. Diderto le llamaba el anticristo. Fue el maestro de generaciones enteras incapaces de comprender aquellos valores superiores al cristianismo, cuya desaparición envilece y empobrece a la humanidad.
Pues bien, en el número de abril de 1778 de la revista francesa antes citada (páginas 87-88) se encuentra uno nada menos que con la copia de la profesión de fe de M. Voltaire. Literalmente dice así:
«Yo, el que suscribe, declaro que habiendo padecido un vómito de sangre hace cuatro días, a la edad de ochenta y cuatro años y no habiendo podido ir a la iglesia, el párroco de San Sulpicio ha querido añadir a sus buenas obras la de enviarme a M. Gautier, sacerdote. Yo me he confesado con él y, si Dios dispone de mí, muero en la santa religión católica en la que he nacido esperando de la misericordia divina que se dignará perdonar todas mis faltas, y que si he escandalizado a la Iglesia, pido perdón a Dios y a ella.»
Firmado: Voltaire, el 2 de marzo de 1778 en la casa del marqués de Villete, en presencia del señor abate Mignot, mi sobrino y del señor marqués de Villevielle. Mi amigo». Firman también: el abate Mignot, Villevielle. Se añade: «declaramos la presente copia conforme al original, que ha quedado en las manos del señor abate Gauthier y que ambos hemos firmado, como firmamos el presente certificado. En París, a 27 de mayo de 1778. El abate Mignot, Villevielle».
Que la relación puede estimarse como auténtica lo demuestran otros dos documentos que se encuentran en el número de junio de la misma revista -nada clerical, por cierto,- pues estaba editada por Grimm, Diderot y otros enciclopedistas.
Voltaire murió el 30 de mayo de 1778. La revista le ensalza como «el más grande, el más ilustre, quizá, ¡ay!, el único monumento de esta época gloriosa en la que todos los talentos, todas las artes del espíritu humano parecían haberse elevado al más alto grado de perfección»
La familia quiso que sus restos reposaran en la abadía de Scellieres. El 2 de junio, el obispo de Troyes, en una breve nota, prohibe severamente al prior de la abadía que entierre en sagrado el cuerpo de Voltaire. El 3 responde el prior al obispo que su aviso llega tarde, porque -efectivamente- ha sido enterrado en la misma abadía.
La carta del prior es larga y muy interesante por los dalos que aporta. He aquí los que más nos interesan ahora: La familia pide que se le entierre en la cripta de la abadía hasta que pueda ser trasladado al castillo de Ferney. El abate Mignot presenta al prior el consentimiento firmado por el párroco de San Suplicio y una copia -firmada también por el párroco- «de la profesión de fe católica, apostólica y romana que M. Voltaire ha hecho en las manos de su sacerdote, aprobado en presencia de doa testigos, de los cuales uno es M. Mignot, nuestro abate, sobrino del penitente, y el otro, el señor marqués de Villevielle (…) Según estos documentos, que me parecieron y aún me parecen auténticos -continúa el prior-, hubiese creído faltar a mi deber de pastor si le hubiese rehusado los recursos espirituales (…) Ni se me pasó por el pensamiento que el párroco de San Suplicio hubiese podido negar la sepultura a un hombre cuya profesión de fe él había legalizado (…). Pienso que no se puede rehusar la sepultura a cualquier hombre que muera en el seno de la Iglesia (…) Después de mediodía, el abate Mignot ha hecho en la iglesia la presentación solemne del cuerpo de su tío. Hemos cantado las vísperas de difuntos; el cuerpo permaneció toda la noche rodeado de cirios. Por la mañana, todos los eclesiásticos de los alrededores (…) han dicho una misa en presencia del cuerpo y yo he celebrado una misa solemene a las once, antes de la inhumación (…) La familia de M. Voltaire partió esta mañana contenta de los honores rendidos a su memoria y de las oraciones que hemos elevado a Dios por el descanso de su alma. He aquí los hechos, monseñor, en la más exacta verdad».
Así parece que pasó de este mundo al otro aquel hombre que empleó su temible y fecundo ingenio en combatir ferozmente a la Iglesia.
La Revolución trajo en triunfo los restos de Voltaire al panteón de París -antigua iglesia de Santa Genoveva-, dedicada a los grandes hombres. En la oscura cripta, frente a la de su enemigo Rousseau, permanece hasta hoy la tumba de Voltaire con este epitafio:
«A los Manes de Voltaire. La Asamblea Nacional ha decretado el 30 de mayo de 1791 que había merecido los honores debidos a los grandes hombres».
Carlos VALVERDE
Catedrático de Filosofía
Publicado en YA, día 02/06/1989
Tomado de Arvo.net
Hay personas que han ido por el mundo de agnósticas y antirreligosas, como el caso del que fue alcalde de Madrid, Tierno Galván, y que en los últimos tiempos se convirtió. Tenía dudas al respecto aunque me habían llegado rumores de que sí y a pesar de los que le rodeaban. Lo contó el anterior alcalde, Álvarez del Manzano, que por aquella época era concejal. Cuando Tierno estaba hospitalizado hizo llamar a Manzano. Éste creyó que era por asuntos del Ayuntamiento, pero Tierno le pidió que lo instruyera en los mandamientos, sacramentos, etc. y él lo fue haciendo así. La cosa no ha tenido mucho bombo.
La otra, más compleja es de 1952. Una joven religiosa de las Siervas de Jesús cuidaba a un enfermo por la noche para que su hija, viuda con cuatro hijos, pudiera descansar. Este señor maltrataba verbalmente a la monja porque no quería tenerla allí. La religiosa con mucha paciencia, mortificación y oración, poco a poco hizo caer la resistencia. Había llegado a decirle que no quería su presencia allí porque era masón -se lo mostró con documentos- aunque nunca había profanado la Forma. No obstante la monja siguió atendiéndole, hasta que dos meses más tarde le confió su vida e hizo llamar a un sacerdote que conocía de su juventud. Este señor -hay que pensar que le veló durante bastante tiempo- le dijo a la monja que guardara silencio, (esto le supuso mucho a la religiosa).
Cuando fue concejal de Valencia o de un pueblo, durante la guerra civil (o al principio d ela república, no recuerdo) para evitar que profanaran la imagen De Ntra. Sra. de los Desamparados la encerró con llave en un armario de su despacho. A principios de la guerra un grupo de no recuerdo qué logia propuso quemar un edificio donde estaba el cadáver de la Madre Petra, fundadora de las Madres de Desamparados y de San José de la Montaña. Él propuso sacar el cadáver y así recorrieron durante varios días buscando un sitio con un carro hasta que por fin lo enterraron en un lugar cuyo emplazamiento fue desconocido totalmente -todo el mundo hasta que se descubrió pensó que lo habían quemado- y lo refirió pormenorizadamente.
Pidió que no le visitaran sus amigos y él mismo así lo dispuso para evitar “interferencias”. Su propia hija también ignoraba la condición de su padre. Lo cierto es que el hombre vivió santamente los últimos días de su vida y murió confortado con los sacramentos.
Este hecho fue referido en los años ochenta para recuperar los restos mortales de la fundadora, Madre Petra, y se pudieron localizar inmediatamente. Posteriormente fue beatificada.
Me imagino que lo anterior figurará ¡bien escrito! en la positio de la beatificación de la Madre Petra.
Toñi (www.eltestigofiel.org)
No sé hasta que punto es conocida la conversión, en sus últimos días de Azañam, el jefe del gobierno “republicano” durante la guerra civil española y responsable más o menos directo (no conozco detalles) de tantas barbaridades…
Pero tenia una hermana monja que ofrecía todas sus oraciones por la conversión de su hermano. Fue en sus últimos días que quiso confesarse -en su exilio de Francia, y pidió público entierro católico, que se realizó a pesar de la fuerte oposición de sus próximos colaboradores políticos.
Marycruz